Fumarolas: 8 noviembre 2014
Fragmento
…
-¡Cómo se quiere a los hijos, Quiliano!
-Sentimientos que no se pueden expresar con palabras, Godofredo.
-¿Dónde estará ese amor? Para mí es un misterio. ¿En los pies? ¿En las manos? ¿En la cabeza? ¿Dónde? ¿En el corazón? Yo no veo en mi cuerpo más que sangre y músculo. ¿Dónde reside, pues, el amor que sentimos por los hijos?
-Brota de la sangre, de tu cerebro.
-No confundas lo material con lo espiritual. La materia te mantiene; el espíritu es otra cosa. Yo sé que pienso con la cabeza, pero pensar no es querer. Saber que dos y dos son cuatro no es amar. ¿Dónde, pues, está el amor que ama a otra persona?
-En tu espíritu, Godofredo, ¿o es que eres solo materia? El ser humano se compone de cuerpo y de alma. El cuerpo se ve, se toca, se siente, y su función es mantenerse vivo y trasladarte de un lugar a otro. Vamos, como un coche. El verdadero amo y señor es otro que gobierna la carcasa de huesos que lo conduce.
-Yo constato a mis ochenta que mi amor está vivo como estuvo siempre, aunque el cuerpo se caiga a pedazos. Los jóvenes confunden el vigor del cuerpo con el amor y creen que el mayor no puede amar porque no ve bien. Tendrán que ser ellos ancianos para comprender lo que se siente por ellos mismos.
-No es fácil descubrir dónde está el alma. Es como otra persona que va dentro y no se ve. Pero que ella solo y solo ella quiere, ama y tiene los sentimientos que puede tener una persona.
-Hay almas sosegadas y nerviosas; almas buenas y perversas, almas torpes y listas. No son iguales, y eso se ve a la legua. Diría que no hay dos iguales, como no hay dos cuerpos idénticos.
Cuando, inesperadamente, llega la Parca para decir: “¡Hasta aquí!”, y los separe. El cuerpo se tira y el alma vuela a otras regiones a gozar de la libertad que no tuvo encerrada.
-¿Y a dónde irán las almas, Quiliano? ¿A dónde recalarán cuando queden libres de sus cuerpos? ¿Se juntarán de nuevo las que se amaron? ¿Se contarán los motivos de no encontrarse en aquella cita que se dieron?
-No desbarres, Godofredo; no quieras saber lo que no corresponde. Cada cosa en su tiempo.
Francisco Tomás Ortuño. Murcia
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