martes, 25 de noviembre de 2014

La brocha gorda.

Fumarolas: 25 noviembre 2014
Fragmentos

     Los nervios saltan rotos en demasiados casos y casas. “¡Tú eres el culpable, Daniel!”. “¡De qué, querida?”. “De todo”. No ven que la culpa puede ser del sol y de sus caprichosos fogonazos.

     En la vida familiar hay que tener en cuenta a esas  fuerzas extrañas que influyen en las personas, como el sol, el viento o los cambios atmosféricos. Como una piña han de   estar para afrontar los posibles casos adversos y sus consecuencias. “No te alteres, Julián, que vienen lluvias”. “Suframos juntos esta mala nube”. Y luego a celebrar la victoria: “¡Hemos ganado la batalla!”.


     Javi, este verano, nos pintó la fachada de la cochera. Con qué maestría puso papeles y cintas para no manchar lo que no era de manchar; cómo mezclaba pinturas y manejaba la brocha –la brocha gorda que decimos para distinguirla de los pinceles que utilizan los demás pintores-.

     Tiene su aire despectivo “brocha gorda”, pero es delicado el trabajo, repartiendo la pintura debidamente. La misma labor la empezó Pascual Jesús y la pintura se le aguó, la pared no quedaba uniforme y él se cayó de la escalera. El pintor profesional, cuando fue requerido para hacer la faena, se reía viendo los comienzos de la obra.


     Fuimos al Mercado. Allí lo más difícil fue aparcar el coche. Bueno, lo único difícil, porque los puestos ya están puestos, y valga la redundancia, como suelen decir los medios televisivos. Aunque en mi caso, el primer puesto es una cosa y el segundo otra distinta –nombre uno y verbo el otro- y así no cabe la redundancia. A lo más de grafía, nunca de significado.

     La compra hecha, incluidos unos pantalones para papá –“¿por qué pantalones si solo era uno?“. “Cosas del lenguaje, como las gafas o los calzoncillos”, regresamos a casa. Javi seguía pintando la pared de la cochera. Lo hacía  bien pero con lentitud. Me recordó, misterios de la mente, a los amoríos de una reina  con el cortesano: “Pica bien, pero demasiado alto”, y sabes a lo que me refiero.


                            Francisco Tomás Ortuño.  Murcia

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