Fumarolas: 27 noviembre 2014
Murcia, en mi camarín, las nueve y media. Vengo de Inacua. Como siempre, negros guardando coches en el camino, gente bañándose en la piscina, sauna y baño turco funcionando, socorristas y monitoras trabajando…
Poco trabajo el de la socorrista, eso sí, pero cumpliendo con su deber, que es vigilar. Como mi hermano Amós, cuando era Practicante de Empresa y leía mientras que el personal trabajaba. Todos preferían verlo con un libro que no teniendo que intervenir en curaciones.
A Inacua le escribí una Poesía, que dice así:
La socorrista,
Mirada atenta,
vigila a los bañistas,
subida en su escalera.
En tanto que Cristina,
lozana monitora,
Enseña a unas señoras
A nadar por las calles
De la piscina.
Hermosa Inacua,
Qué maravilla;
Por grandes ventanales
Se ven palmeras,
El sol entra a raudales,
Y, cerca, en la autopista
Los coches vuelan.
¿Hablaba ayer de los corruptos? ¿Cómo dejé en el tintero a Pujol? Estos individuos tan descaradamente “robones” en sus puestos de trabajo, debían estar entre rejas por el tiempo que defraudaron.
-¿No dijiste que las cárceles debían desaparecer y que en su lugar hubiera sanatorios?, ¿cómo ahora dices lo contrario? ¿Pujol en la cárcel o en un hospital?
-Mira, sé que en España hemos pasado unos años buenos para infringir la Ley. Pocos se libraron de meter la mano donde no debían. Pujol no iba a ser una excepción. Él pensaría quizás en su familia numerosa.
-¿Lo disculpas, entonces?
-No, porque fueron más de tres décadas llevando dinero que no era suyo al extranjero; en tanto tiempo podía pensar en momentos de lucidez que no era ejemplar su conducta y haber devuelto lo robado sin que nadie lo supiera. Pero, ¡cuánto tiempo de sufrimiento! Le tengo lástima.
¿No sería que soñaba fuerte y su mujer le grabó una noche sus perturbados sueños: “¡No, ya no más, ya he robado bastante!”, y luego se lo dejara oír y le confesara toda la verdad?: “Quiero devolver lo que he robado, Ernestina” Y ella contestara:
-Si tan fácil te lo ponen, querido Jordi, ¿tú qué te mereces? La culpa no es tuya, es del tren que nos lleva. Tú sigue haciendo lo que haces, que otro haría lo mismo.
Hasta que un día, un poco tarde, eso sí, tras treinta y cuatro años de sufrimiento, explotó: “Recibí una herencia”, dijo. Y los hermanos saltaron a una: “¿De cuánto, Jordi?, ¿de quién, que no nos hemos enterado?”. Y Jordi se vio cogido en la mentira más burda que podía haber inventado.
Y confesó en el Parlamento: “¡Ya no puedo más, Señores Diputados, durante los treinta y cuatro años que fui Presidente de la Comunidad catalana, años por cierto proclives al escándalo y al robo impune, fui escondiendo montones de dinero que me facilitaban bancos, empresarios y amigos, en Mónaco, Suiza, Francia y estados de América del sur. Ahora que actúe la Justicia y me aplique la pena que establezca la Ley. Soy culpable y acato la sentencia.
-Yo, Donato, le obligaba a devolver lo que tuviera en Bancos y le quitaba posesiones que hubiera comprado y lo mandaba a un Convento el tiempo que le quedara de vida. ¿Quién sabe si la Justicia divina se apiadaba de él por los años de sufrimiento que tuvo? Ahora que lo dices, Mario, me reafirmo en suprimir la cárcel en los juicios humanos y lo dejo en la justicia divina.
Francisco Tomás Ortuño. Murcia
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