Fumarolas: 30 noviembre 2014
Fragmento
Yo solía escribir este verano a las ocho en la puerta de la cocina, sobre una mesa redonda. Mejor, en medio círculo de superficie, que el otro medio lo ocupaba Sara. Mi gata, en pleno desafío, como si fuera la mesa una propiedad suya ganada en reñidas oposiciones, me miraba desafiante: “¡No te pases a mi terreno, que te vigilo!”, me quería decir.
Un día vi que subían del pueblo al Niño de las Uvas. Igual que al Cristo de la Columna en mayo, los jumillanos llevan al Niño de las Uvas al Convento franciscano en romería, el primer domingo de septiembre. Al primero por la Semana Santa y al segundo por la vendimia.
Al Cristo de Salzillo se baja al pueblo durante un mes. Pasa unos días en cada parroquia y luego pasea por las calles en las Procesiones de Semana Santa. La gente a su paso, confiada, le pide cosas como salud y trabajo. En Murcia se hace lo propio con la Virgen de la Fuensanta: Hay una fecha para ir por ella al monte y otra para llevarla.
“Virgencica guapa, que me salga trabajo, que tengo hijos que alimentar”; “Dame fuerzas, Señora, para aguantar a mi marido, que no se controla con la bebida”; “Haz que este año sea el Atlético de Madrid el campeón de Liga”. Si contara lo que le piden habría para escribir un libro.
La romería del Niño de las Uvas no es, ni mucho menos, la Romería del Cristo. Por eso la pongo con minúscula. O quiere y no puede o no alcanza la categoría de su adversario por falta de propaganda. Cuestión de márketing, que es importante para vender un producto.
-Llevas razón, Juliano, que si quieres vender algo tienes que anunciarlo a bombo y platillo. “¿Me vas a decir que no es así, si lo dice la televisión?”, decía uno. Es el medio más poderoso que hay en el mercado. Antes de tienda en tienda para ofrecer un artículo, como Santiago Marín en Jumilla; ahora un anuncio para millones de espectadores de una vez. Esta romería sería como la otra si se le diera publicidad.
Francisco Tomás Ortuño. Murcia