sábado, 7 de febrero de 2015

Viento y nieve.

Fumarolas: 7 febrero 2015
Fragmento
 
-El viento y la nieve han sido la nota dominante estos días, Baldomero. Las ocho suenan en la torre de la iglesia. El sonido de las campanas llega hasta mí como agua rociada al viento.
-No me queda claro el símil, Samuel.
-Yo sé lo que quiero decir; pero tú, quizás, no lo ves tan claro, o yo no lo expreso bien.
 
El pensamiento, como el sonido de las campanas, tiene un transmisor y un receptor. A veces, por diversas circunstancias, no son idénticos, tanto el sonido como el pensamiento, cuando salen del que habla y cuando llegan al que escucha.
 
-Sí, que yo he contado siete campanadas y eran ocho.
 
-No es eso, Baldomero. Si oyes siete en vez de ocho es que has contado mal. Me refiero a que el sonido, como la luz o el pensamiento, tienen que cruzar un medio para llegar al otro. Si el aire, por ejemplo, está revuelto, movido, de acá para allá, no es lo mismo que si está tranquilo, sosegado.
 
¿Va a correr el sonido por el agua a la misma velocidad que por el aire? El sonido corre más por el agua, Baldomero. Por el agua se propaga a más velocidad porque el agua ofrece menos resistencia. Unos medios son más refringentes que otros. La luz y el sonido van por el aire a distinta velocidad.
 
-Si no los ves, ¿cómo lo sabes?
 
-Ya te dije que en las tormentas se producen rayos y truenos al mismo tiempo y emprenden una descomunal carrera o estampida. Al instante ves la luz del rayo, porque va a trescientos mil kilómetros por segundo. El trueno llega después porque, comparándolos, va a paso de tortuga, solo a trescientos cuarenta metros por segundo. No los ves pero van por el aire. Ves la luz del relámpago –y bueno es que la veas- y al rato oyes el trueno. 
 
Francisco Tomás Ortuño.  Murcia

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