Fumarolas: 3 febrero 2015
Fragmento
Hemos hablado con mi hijo. Como si estuviera aquí mismo y está en América. Dice que vendrá pronto. Aquí te esperamos, hijo. Luego te irás otra temporada, lo cual me alegra, porque veo que tu vida es productiva. ¿Cómo íbamos a ver bien tus padres que no salieras de aquí aunque nos gustara tanto tenerte cerca?
La vida tiene sus reglas y hay que aceptarlas. Una de ellas es que los padres tienen a los hijos pero la vida de los hijos es de ellos. Cada cual debe asumir, por mucho que le duela, el orden natural que Dios impuso a su Creación.
Muchas madres sufren lo indecible cuando los hijos, o las hijas, se hacen mayores y se alejan. Este trance he pensado que debía de enseñarse, como se enseña en los Cursillos matrimoniales, para que estén preparadas.
No digo que hagan como ciertas aves, que les pican al nacer; pero que a los treinta años se empecinen en tenerlos atados a sus faldas tampoco me parece justo.
¡Pobres padres que no duermen pensando en qué harán sus hijos o dónde estarán, cuando tienen cuarenta años! No se dan cuenta de que su misión de padres acabó hace tiempo. Repito algo que he pensado otras veces: “Hay amores que perjudican”, y en esos amores están incluidos los de los padres que no soportan la separación de los hijos, por muchos años que tengan.
La guerra de la suegra. ¡Qué guerra, Dios mío, la de muchas mujeres con aquellas que aparecen un día como gavilanes para “robarles” al hijo de sus entrañas! Guerras que acaban con su vida. Hasta los hijos se alían con la mujer que viene a darle unos hijos que proyecten su vida en el futuro.
¿Piensa ese hijo en lo que sufre su madre al ser preterida, sustituida, por otra mujer? Es ley de vida que la joven lo atraiga con sus encantos, con voces de sirena que lo lleven al fondo del mar. Tal vez, en algún momento, quisiera volver, pero ya no puede. Una risa altanera le ordena que no mire hacia atrás.
La vida, a veces, es cruel. A eso se llama masoquismo, pero un masoquismo sin sentido, innecesario.
Francisco Tomás Ortuño. Murcia
Dices sin decir, sin aspavientos, como el periodista objetivo, cosas que sabemos, pero que jamas aceptaremos al menos totalmente, pero eso forma parte de nuestro ego, que generalmente solo la muerte cura. Me ha gustado mucho, un saludo.
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