Fumarolas : 27 febrero 2015
La señorita del tiempo se empecina en que llueva, pero Murcia no quiere llover. Como si quien lleva arriba este apartado atmosférico se riera de ella. “¿Qué dices, mona, que va a llover? Pues ahora te quedas con las ganas”. Como una cuestión personal.
¿Sabemos acaso en qué se entretienen los santos?, ¿si tienen sentido del humor? Porque en el Cielo recordarán lo que hicieron aquí, en su otra vida, y hasta gastar sus bromas. Bromas Inocentes, eso sí, que ellos no deben pasarse.
La que fuera amiga de Mónica, dirá: “No digas que va a llover, que yo haré que sea lo contrario: cuando Dios quiere, con todos los aires llueve. ¿Te acuerdas cuando tú me llevabas la contraria en todas las discusiones? Eras buena, pero más terca que una mula”.
Yo quería ir a un sitio y te suplicaba: “Vamos, “porfa”, Mónica”. Y tú decías: “No, Cloti, que va a llover”. La afición a predecir el tiempo la llevabas en la sangre, aunque no acertabas nunca, no me digas que no. Buena sí eras, Mónica, pero cabezona como nadie. Te lo dije más de una vez: “Eres Tauro y no lo puedes negar”.
Mira que si fuera aquella Cloti la que no deja que llueva en Murcia. ¿Lo habrá pensado Mónica? Yo le propondría lo siguiente: “Cuando quieras que llueva por una Región, di que no va a llover”. ¿Qué nos importa aquí que te equivoques? Con que se llenen los pantanos no queremos más; que te equivocaras nos tenía sin cuidado.
En Santana una vez le hacían rogativas a la Abuela para que abriera los grifos de las nubes. Tuvo que ser algo así, otra jugada inocente de alguna santa, que abrió las compuertas celestiales de tal modo que tuvimos que bajar con barcas al pueblo. Los frailes luego le riñeron: “¡Mujer, que no era para tanto!”, y la bajaron un mes a la bodega.
Yo no sé si en el cielo ven nuestras acciones y si nos gastan bromas, pero hace pensar que sí. ¿Serán estos santos los que nos administren y se desquiten de acciones terrenales anteriores? Mal no harán, que como santos no pueden, pero que a veces rozan la perversidad, no tengo dudas
Así se explicaría que luego digan: “¿Cómo permite Dios el mal?”. Y no fuera Él sino los graciosos santos que administren los servicios. No son malos, que no pueden, pero a veces… A alguno el mismo Dios lo tendrá que llamar al orden:
-¿Qué haces, Serapión?
-Ha sido una broma.
-Te vengo observando y creo que llevan maldad tus intenciones.
-Perdone, Padre, no pensaba que mis obras podían interpretarlas mal.
-Mañana te espero en confesión.
Francisco Tomás Ortuño. Murcia