lunes, 9 de marzo de 2015

Maestros del pasado.

Fumarolas : 9 marzo 2015, lunes, San Paciano
Fragmento
-Hay diversas formas de vender productos, Remigio: encerronas en hoteles, anuncios por televisión, cartas por Correo o la tradicional de ir de tienda en tienda.
-De esta quedarán pocas, si es que no se han extinguido
-Eso pensaba yo hasta hace unos días, que vi al hijo de Marín en mi pueblo como siempre fue su padre. Pero son los menos. Una muestra tal vez de lo que fue la venta del pasado. Por ser tan contumaz y recalcitrante, yo le haría una estatua en la Plaza, como en Cehegín han hecho a los alpargateros.
-Como tendrán que hacer con los que reparten la correspondencia?
-Un alcalde perspicaz debería de fijarse en estos oficios que desaparecen, y como recuerdo de que pasaron por la vida, hacerles ese monumento. ¿No se merece el arado un monumento en la Plaza Mayor de las ciudades?

-Con el tercer milenio todo se quedó obsoleto en unos días. Antes, igual vivían los padres que los hijos y los nietos, pero fue pasar el año dos mil y a cambiarse todo: la peseta por el euro, el teléfono por el móvil, la radio por la televisión… Nada quedó en pie.
- Yo, asustado, me vi un extraño en la sociedad, casi un marciano. Me puse en manos de mis hijos para que ellos me condujeran. ¿Dónde quedaba mi experiencia? ¿De qué servía mi saber acumulado durante décadas? Lo que antes servía ahora no era útil. Los mismos hijos se daban cuenta. “Eso era antes”, decían.
-¿Y las Escuelas? ¿Cómo iban a enseñar los maestros a las nuevas generaciones? “Maestro, tú eres del pasado”.
-¡Qué pena, Remigio! Los maestros y mayores tuvimos que escondernos por inservibles. Los que tenían hijos, como en mi caso, tuvimos la suerte de cogernos a ellos como náufragos a una tabla salvadora.
-Es verdad, que las escuelas tenían que cambiar. Ahora los maestros tenían que enseñar a aprender y de paso aprendían ellos. ¿Les iban a enseñar la tabla de multiplicar si tenían calculadoras? Ay, don Ángel, venerado Maestro, nuestra escuela se quedó obsoleta, pero los que tuvimos la suerte de disfrutarla, no la cambiaríamos por ninguna.
¿Se acuerda cómo nos enseñaba el sistema métrico decimal en la escalera? Decámetro, diez metros; hectómetro, cien metros… Y hacia abajo: decímetro, la décima parte del metro; centímetro, la centésima parte del metro…
¿Y la división con decimales? Veinticinco entre cuatro con ochenta, o cualquier operación. Hasta la prueba del nueve. Hacíamos un aspa grande y sumábamos las cifras del divisor restando nueves; luego el cociente; después multiplicábamos y sumábamos el resto. Si nos daba como el dividendo, la división estaba bien hecha.
Ahora esto suena a chino. “¿Para qué están las calculadoras?”, te dicen. Y a lo mejor llevan razón. ¿Para qué la tabla de multiplicar, para qué la división y para qué la prueba del nueve? Con lo que gozábamos entonces, don Ángel, aprendiendo a nuestro modo.


Francisco Tomás Ortuño.  Murcia

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