Fumarolas : 16 marzo 2015, lunes, San Dionisio
A mi buen amigo Rafael González García
¿Te acuerdas de don Ambrosio, Rafael? Sin duda, era un sabio: médico, catedrático de Ciencias Naturales y muchas cosas más, aparte sus extravagancias o rarezas. Cuando murió estudiaba chino. Su afán por saber era inmenso.
Cuando no hubo bedel en el Colegio “San Francisco”, los mismos profesores se turnaban para estar con los alumnos en el Salón de Estudio. A don Ambrosio le tocaba quedarse en la primera hora de la tarde.
Parece que lo veo: ponía una silla donde apoyar los pies, y se dormía: sobre todo, cuando el calor apretaba. Nosotros entonces cerrábamos las ventanas y el salón se quedaba a oscuras. No se oía una mosca. Por lo visto, algo le extrañaba a don Máximo, que se asomaba a ver qué ocurría.
El silencio se mantenía con la presencia del Director, que abría las ventanas y zarandeaba a don Ambrosio por los hombros mientras que gritaba: “¡Ambrosio”, “¡Ambrosio!”. El pobre se llevaba un gran susto y luego, con cara bobalicona, sonreía.
Daba también inglés. Me consta que no era su fuerte, pero cuando le adjudicaron a él la asignatura es porque a los demás les iría peor. Digo que me consta porque me pedía preparar las Clases con él en su casa. Cuando llegaba yo, decía a Magdalena, su señora, que pusiera el café.
Llevaba un abrigo grande, marrón, hasta que terminaba el Curso; un abrigo que le llegaba a los pies. Luego en Elche de la Sierra conocí a otro médico, don Juan José, de las mismas características: usaba abrigo en verano, era lento de andar y descuidado en extremo. Los compañeros, igualmente, se reían de sus extravagancias.
La señora de la limpieza se lo contó un día: “Don Juan José, dicen sus compañeros que si se acuesta usted sin quitarse el abrigo”. Y él la mandó salir, y cuando la llamó de nuevo, había una deposición monumental encima de la mesa. “Dígales que ahí tienen mi respuesta”, le dijo serio.
Cuando don Ambrosio nos explicó en Clase cómo se hacía la pólvora -75% de salitre, 15% de carbón y 10% de azufre-, hicimos la prueba en el patio de tu casa, calle de Canalejas, junto a la iglesia del Salvador. Casi volamos el barrio. Seguro que oiría el estruendo don Juan Paco, si estaba en la sacristía.
Francisco Tomás Ortuño. Murcia
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