Fumarolas : 26 marzo 2015, jueves, San Felipe.
Fragmentos
-Pero, ¿tú crees que la Tierra vaya a mil por hora, Remigio?
-Te volverás loco si sigues pensando en ese viaje planetario, Arturo.
-¿Puedo pensar en otra cosa? A mí qué me importa que gane el Madrid o que gane el Barcelona? ¿O que sean las dos o que sean las tres a partir del sábado que viene? Todo es nada comparado con el vuelo a ninguna parte del planeta, Remigio. ¿Cómo puede estar ahí, volando millones de años, sin desviarse un centímetro y con nosotros encima? No me lo explico, ni me explico que la gente pueda dormir sabiendo dónde va montada a tal velocidad.
-El Sol la mantiene por la fuerza de la gravedad, Arturo.
-El Sol, vaya guardián a ciento cincuenta millones de kilómetros, no me convences. No se puede vivir tranquilo en un obús sin frenos a mil por hora.
-¿Quieres de una vez cambiar el chip? Ocúpate de otras cosas. Por ejemplo, mira por la ventana y ve a los negros que viven enfrente. Oyen música de su país y son felices. Seguro que no piensan en el viaje de la Tierra alrededor del Sol. Pensarán mejor en la casa que se dejaron en África, en sus padres tal vez, o en la mujer y en sus hijos. Las preocupaciones terrenales, íntimas, hacen olvidar otras cosas.
-Eso son cortinas de humo, Remigio. Nos inventamos faenas, misiones, ocupaciones, para no pensar.
-Pues benditas sean tales labores, Arturo.
-Dormida el alma –canta Kraus en el equipo. ¿Tú crees que el alma puede dormir? Dije en otra ocasión que los días de viento como este, lo mejor sería quedarnos en casa y no hablar con nadie. Podemos fácilmente discutir o salir por peteneras.
-¿Qué es salir por peteneras, Arturo?
-Pues hacer o decir alguna cosa fuera de lugar; o sea, hacer algo que en circunstancias normales no harías, o decir algo que luego te pesa haber dicho. Si yo fuera psiquiatra, estos días cerraba la consulta porque más que enfermos irían locos de atar a decir estupideces.
-Qué importante es lo que dices, Arturo, que muchas veces por el el viento hacemos o decimos. ¡Cuántos maltratos son debidos al viento! ¡Qué de separaciones tienen su origen en el viento que disloca las cabezas! Por eso, en días de viento a encerrarnos con siete llaves y a no abrir la boca.
Francisco Tomás Ortuño. Murcia