Fumarolas: 25 enero 2015
Lina llamó desde Valencia ayer para decir que había llegado. Se fue temprano en su coche. Dormirá casa de Ángel con sus sobrinas y su cuñada.
-Es bueno llevarse bien con los hermanos, pero es que Lina se lleva bien con todos. Yo la comparo con su abuela del mismo nombre. Eran tal para cual.
-No siempre es así, Hermelinda; hay quien se parece en parte a uno y en parte a otro, que lo de parecerse es un misterio de la sangre que nadie se lo explica. “Se parece a su padre”, oímos decir. “Para mí que es a la madre”. Pero luego ves que anda como su abuelo materno y que mueve los brazos como el otro abuelo.
-Cada uno es él y solo él, distinto a todos los demás.
-Estoy contigo, Saturio, pero sin duda que hay rasgos que se heredan de alguien de la familia.
-En lo espiritual ocurre otro tanto. Ves que unos hijos son como la madre y otros como el padre, o como los abuelos. Y los hay con mezclas de unos y otros. Hasta hay herencias atávicas de varias generaciones anteriores. “¿De dónde este lunar en el hombro?”. Y el abuelo de la niña recuerda que oyó decir en su familia que su bisabuela tenía otro lunar igual.
Mi madre nació con los dedos de un pie pegados; me dijo alguna vez que su madre los tenía así, como ella. ¿Quién sabe si entre mis nietos nace alguno con los dedos juntos como los tenía su bisabuela? Algo se colará en la sangre que determine su transmisión.
Mi mujer a veces actúa como lo hacía su madre y otras como su padre; no tengo ninguna duda. Tal vez ni ella lo advierte, pero yo lo veo. De mis cuñados, uno era como su abuela; el otro como su abuelo. ¿Para qué seguir? ¿No se hereda el color de la piel? De negros nacen hijos negros; de blancos, nacen hijos blancos.
-¿Y si uno es blanco y negro el otro?
-Pues unos serán blancos y otros negros. Debe de haber una guerra interior a ver quién puede más. ¿Tú sabes lo de una pareja de distinto color que tenían doce hijos, once de color y uno blanco como la madre? Esta diferencia tuvo preocupado al padre muchos años de su vida, pero no lo comentaba ni mostraba preocupación aparentemente.
Pero un día cayó enfermo de gravedad y pensando lo peor, se atrevió y dijo a su mujer cuando estaban solos: “No quiero morir sin preguntártelo, querida”. “¿Qué quieres saber, esposo mío?”. “Como tenemos doce hijos y uno es blanco, ¿es tan mío como los otros?”.
Ella se quedó pensativa antes de contestar: “¡Qué peso me quitas de encima; yo también quería decírte que este niño blanco es tuyo; queda, pues, tranquilo; los otros once negros tienen otro padre”.
-Hoy la ciencia altera o manipula como quiere los nacimientos. Se adelanta al parto y decide con ciertas artes apartar los embriones que portan alguna tara para que no lleguen a buen puerto o feliz parto. “Este bajo, fuera; aquel alto y con ojos azules, que nazca”. Ya no es como antes, que hasta que salían del claustro materno no sabía nadie si eran bizcos como su tío o zurdos como su abuela. Si hasta pueden juntar en probetas gametos de una joven con espermatozoides de su abuelo.
-A dónde vamos a llegar, Saturio.
Francisco Tomás Ortuño.
Doctor por la Universidad de Murcia
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