Fumarolas: 30 enero 2015
Fragmentos
-Ayer les dije qué eran alucinaciones y qué eran ilusiones ópticas y acústicas.
-Dímelo a mí también.
-Un día, creo que te lo dije, oí hablar a mi amigo en casa. De todas todas, estaba convencido de que le oía. No sabía a qué había venido, pero le oía hablar con mi hijo en el comedor. Cuando me dijeron que no había venido, no me lo creía. Luego me acordé de lo que eran alucinaciones e ilusiones ópticas y acústicas. En la vida se dan con frecuencia y eso pudo ser lo mío.
-Díme de una vez qué son alucinaciones e ilusiones.
-Si tú entras en una habitación y ves un trapo encima de una silla creyendo que es el gato, tienes una alucinación óptica. Hay algo real que te confunde.
Con el oído puede ocurrir lo mismo: oyes una voz y la tomas por otra. Has tenido una alucinación acústica, que es lo que yo tuve.
-¿Y qué son ilusiones?
-La ilusión es creer que ves o que oyes algo, que no existe. En la alucinación confundes una cosa por otra; en la ilusión todo lo crea tu mente. Oyes un ruido sin existir tal ruido o ves algo que no hay.
No tomes a broma a los que dicen haber oído ruidos o haber visto fantasmas. Quizás hayan oído ruidos o hayan visto fantasmas. Para ellos fueron tan reales como la vida misma. La mente humana con sus miles de millones de neuronas, es lo más complejo y misterioso del cuerpo, y crea y cambia unas cosas por otras sin contar con nadie.
-Es curioso. Ahora me explico que en los desiertos vean agua sin haberla. Serán las ganas de beber, que “el que tiene hambre sueña rollos”.
-No hace falta ir al desierto. En las mismas carreteras puedes ver agua a lo lejos y acercarte y comprobar que no existe. Son ilusiones ópticas.
…
Mis nietas se dejaron este verano en Santana un periquito en una jaula de barrotes blancos. Algo extraño para mi gata, que no hacía más que pasear cerca mirando para arriba. “¿Qué hace este pájaro que no se va volando?”, pensaría, y lo miraba con curiosidad
Me hubiera gustado conocer los pensamientos de mi gata. ¿Serían pensamientos altruistas de abrirle la puerta para que se fuera? ¿Serían, por el contrario, que veía su territorio invadido por animal extraño? ¿O sería, en fin, que, llevado por su instinto gatuno, quería devorarlo? Me quedo con esta opción, por más que sea la que menos me guste.
Francisco Tomás Ortuño. Murcia
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