Fumarolas : 14 enero 2014
Fragmento
Ayer recibí un disco de música: El sitio de Zaragoza, de Oudrid. Lo escuché en el equipo y, sin poderlo evitar, moví los pies con sus notas. “Podría ser una pieza musical para gimnasia”, pensé, “¿creería lo mismo el que la compuso?”. Vi que las notas de una partitura como esta de Oudrid, predisponen el ánimo para danzar sin poderse contener.
-No te metas en jardín ajeno, que eso ya lo habrán pensado los estudiosos de la música. ¿Cómo se te ocurre decir si lo pensaría el que compuso la pieza? Pues claro que lo pensaría; en un arrebato de su espíritu, lo escribiría, como Cervantes su Quijote. No quieras tú ahora arrendarle las ganancias al autor.
-¿Acaso no podemos pensar en lo que vemos, por el hecho de no tenerlo como profesión? El estudioso será autoridad en su parcela, si lo es; pero eso no quita para que se recree en otros solares que le agraden. Estas serán aficiones, tendencias o hobbies que tenemos las personas en nuestra alma.
Hay quienes por equivocación, o imposición, estudian una carrera, o se dedican a un oficio, cuando es otra su vocación. En esta gozarría y hasta produjera más quizás que en la propia, que sería bastarda o antinatural.
-Esto que dices, ¿se puede trasladar al terreno conyugal?
-Perfectamente, Claudio. Tanto que es una misma cosa. Cuando los padres dispusieran el matrimonio de los hijos, ¡cuántos y cuántos fracasos se darían! Oficialmente, legalmente, estarían casados con una persona y sentimentalmente con otra.
Francisco Tomás Ortuño
Doctor por la Universidad de Murcia
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