Fumarolas: 1 diciembre 2014
Fragmento
Murcia, las diez y media, en mi estudio. Ayer las campanas tocaban alocadas; ¿sería por el santo?, ¿por ser domingo? “Dichoso mes, pensé, que empieza con los Santos y acaba con San Andrés”.
-“Noviembre y Enero tienen un tempero”.
-¿Qué quiere decir que tienen un tempero?
-Que Noviembre, al menguar los día, y Enero, al crecer, se corresponden; tienen la misma distancia de los trópicos de Cáncer y Capricornio. Tempero, como sabes, es la buena disposición que tiene la tierra para sus labores.
-Por San Andrés, mata tu res. Cuando se mataban los cerdos en las casas, por estas fechas, iban los matarifes a sacrificarlos allí. Era una fiesta para los pequeños. Se sacaba al animal de la marranera entre varios hombres, lo echaban a la mesa del sacrificio y allí lo sujetaban de las patas y el lomo. El pobre animal, con gruñidos que se oían a cien metros por los corrales, tenía que rendirse al crimen que se cernía sobre su cuerpo.
El matachín afilaba el cuchillo y con maestría suma lo clavaba en el cuello del animal, que arrojaba un borbotón de sangre a un lebrillo que la recogía debajo. Los niños desde la ventana adonde nos mandaban los mayores, seguíamos entre tristes y alegres, la operación que realizaba el matachín.
Cuentan que eran vecinos en el mismo corral un burro y un cerdo, y todos los días, temprano, el dueño de ambos animales sacaba al burro a trabajar en las labores propias. El rucio miraba a la marranera y veía al cerdo tendido lo largo que era, durmiendo y resoplando. “¡Vaya vida!”, se decía. “¡Qué desigualdades! Uno a dormir y a comer y yo a trabajar y a recibir palos si me descuido”.
Pero aquella noche de la matanza, siguió paso a paso la ceremonia y se dijo: “Prefiero ser burro y trabajar como lo hago a ser marrano y engordar para morir de esa manera”.
Francisco Tomás Ortuño. Murcia
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