Fumarolas : 14 Junio 2015, domingo, San Basilio
Anteayer vino mi hijo a tomar café con nosotros. De paso, nos habló de su viaje a Rumanía, la semana pasada, con alumnos de su Colegio. Suelen hacer intercambios escolares, unos días, con niños y Profesores de un Colegio rumano. Se fueron en avión por la mañana, cruzaron Europa, sobrevolando el mar Mediterráneo, y arribaron en Rumanía unas horas más tarde.
Siempre había pensado yo que era bueno que los niños en edad escolar viajaran, y conocieran costumbres nuevas, otros paisajes y si era posible el mar. En “Viajes de fin de Curso”, fuimos entonces a otras provincias y hasta llegamos a Ceuta. Pero montar en avión, cruzar fronteras y pasar días en otro país, ni me lo imaginaba. “Soñad y os quedaréis corto”, dijo un Santo reciente de la Iglesia.
Cuando estudié la carrera de Filología Románica, el Rumano fue para mí “la bète noire”. Hice la carrera por libre y solo iba a la Universidad en Junio y en Septiembre a examinarme. ¿Cómo podía estudiar la asignatura? Un buen amigo me sugirió asistir a las Clases con una grabadora. Opté por visitar al Profesor y contarle mi problema.
Tras escucharme atento, me contestó que él no podía hacer nada, que su asignatura tenía que aprobarla como las demás. Si entré preocupado, salí más preocupado todavía. ¿Qué podía hacer? Las mejores ideas surgen en las grandes necesidades. Pedí el libro a una alumna oficial y lo copié, con buena letra, eso sí, y a cuatro colores –azul, rojo, verde y negro-. “Por probar que no quede”, me dije.
Vaya verano que me di copiando la gramática rumana –tigrul este forte frumoasa- en un cuaderno voluminoso. En Septiembre, estábamos unos cuantos alumnos, cinco o seis, para hacer el examen. Lo recuerdo como si fuera ayer mismo. Paseábamos nerviosos por el patio esperando que nos llamaran, cuando apareció Labaña, el bedel. Aún lo veo con paso decidido y exclamando fuerte: “¡Los alumnos de Rumano que entreguen los trabajos con la papeleta!”.
No esperé a oír más. Como los otros entregué mi cuaderno de colorines y la papeleta como la cosa más natural. No hablamos nada los unos con los otros. Esperamos que volviera el bedel y nos devolviera la papeleta: a todos nos habían aprobado.
Francisco Tomás Ortuño. Murcia
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