FUMAROLAS : 18 Mayo 2015, lunes, San Félix
Sara está en el sofá, tumbada lo larga que es. Pero tumbada boca arriba. Yo no he visto otros gatos así. Los he visto con las patas en el sofá, debajo de su vientre. Pero como Sara yo no he visto otros gatos.
Le haría fotos para Concursos, pero no dispongo de cámara en este momento. Está boca arriba; literalmente boca arriba; el vientre, blanco como la nieve, hacia el techo y las patas al aire, como bailando una jota. Es una forma impúdica de dormir, pero se ve que la prefiere a las demás. Muestra como en un escaparate sus doce o catorce pezones y hasta la parte inferior del bajo vientre, por donde debe hallarse el sexo de los gatos cuando lo tienen. Que a esta la desposeyeron del mismo en un arrebato injusto y unilateral de la dueña, en connivencia con la veterinaria.
La palabra “hallarse” que he empleado, me recuerda a don Ángel Copete, mi maestro, cuando nos hacía dictados con palabras homófonas. “Allá se halla el aya junto al haya”. “Ahí hay un niño que dice ay”. No sé si hoy los niños escriben al dictado en las escuelas con palabras que se escriben de distinta forma según su significado, pero que se pronuncian lo mismo: “Al revolver la esquina me encontré un revólver cargado”, “¡Vaya con la valla!”.
Se quejan los institutos de que los alumnos no saben escribir y que igual ponen “hube” que “uva”. ¿Es que ya no escriben al dictado como antes? Yo abandoné las aulas hace veinte años, cuando ya empezaban los mensajes con el móvil, donde “que” era “q” y “por” era “x”. Una moda cómoda y peligrosa para la ortografía.
Qué lejos quedan los dictados de mi maestro cuando aprendíamos que “Se escriben con g los verbos acabados en ger, gir y giar menos tejer y crujir”. O “Se escriben con v las palabras que empiezan por: di-jo-le-en–cla-se-con-mo-fa-sal-sel-sil-sol-ne-ni-na-no-mal-lla-lle-llo-llu-pra-pre-pri-pro-par-per-por-de-cal-cur”. No digo que fuera la mejor manera de aprender a escribir sin faltas, pero por lo menos había un intento de conseguirlo.
Confieso que a mí la ortografía me preocupó siempre. Una falta ortográfica en un escrito era imperdonable; algo así como una mancha de aceite en un traje blanco de primera Comunión. Y no era de extrañar que entre mis libros estuvieran los Dictados que yo hacía de niño en la escuela.
Busqué el libro que comentaba: “Ortografía Práctica” de Luis Miranda Podadera. “Método progresivo para escribir correctamente”. Trigésima tercera edición. Con las modificaciones de Prosodia y Ortografía que la Real Academia declaró de aplicación preceptiva a partir de enero de 1959.
Cuántos recuerdos me vienen a la memoria. ¿Quién sabe si este libro me ayudó a amar tanto como he amado la Lengua. Tanto me gustaron siempre las cuestiones gramaticales que me atreví en su día con un libro que titulé: “Gramática Fácil”, con la intención de ayudar a los estudiantes a analizar morfológica y sintácticamente las oraciones simples y compuestas.
Francisco Tomás Ortuño, Murcia
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